La historia que te voy a contar es personal y me pasó hace un tiempo, pero te la quiero mostrar para que veas cómo un momento de claridad mental nos puede ayudar a darnos cuenta. Ir de la calma al estrés es un riesgo que está en nuestras manos.
Había regresado de vacaciones un miércoles por la noche cuando por lo general lo hago un domingo para aprovechar al máximo los días de descanso.
El jueves me quedé en casa en calma. Había meditado un poco más de lo habitual, había comido algo rico y sano y me había sentado a hacer nada, a descansar.
Por la tarde tenía clase de yoga así que después de prepararme salí en paz.
Era un día tranquilo.
Afuera había un sol cálido que estaba cayendo y teñía el cielo de rojo; los pájaros cantaban con una fuerza que solo tienen en esa época del año y un aire muy calmo era una caricia sobre el rostro.
En ese estado de calma estuve unos minutos esperando el tranvía en una zona rodeada de árboles.
A diferencia de otros sitios de la ciudad el lugar es muy calmo y el momento en el que estaba lo hacía aún más tranquilo.
El momento
Llegó el tranvía. Se abrió la puerta y entré. Ese momento lo recordaré por mucho tiempo como una escena trascendente.
Adentro un señor discutía por un teléfono mientras miraba algo en otro teléfono; un muchacho movía la cabeza apretada por unos auriculares gigantes, una pareja hablaba muy alto para tratar de apaciguar el murmullo y el ruido del transporte. El calor era sofocante, la falta de aire molestaba y había más gente de la que debería.
Me sentí como la rana del experimento a la que cambian del agua fría al agua caliente en un segundo. Sentí eso y después me di cuenta que he estado en el agua caliente incontables veces.
Me sentí como empujado y al estar adentro sentía desesperación, un estado en el que no quería estar, era una especie de acoso del mundo contra mi.
Algo tan simple como estar en calma y encontrarte con un grupo de personas encerradas que vuelven de trabajar puede ayudar a ver dónde estamos y dónde queremos estar.
De la calma al estrés y al revés
Pasar de la calma al estrés es tan simple que nos puede tomar por sorpresa y si no somos capaces de verlo engullirnos. Pero hay salida y hay respuestas.
Meditar ayuda mucho a calmar nuestro estado, nos ayuda a ver lo que nos rodea y nos ayuda a apreciar lo bueno y lo malo de la vida.
Pero meditar también nos tiene que servir para darnos cuenta dónde no queremos estar, quién no queremos ser y de qué lado del tranvía queremos estar: afuera en la calma o adentro en el ruido sofocante.
Comenzar con una sesión de al menos 5 minutos al día de meditación (sea del tipo que sea) nos ayuda a comprender muchas cosas y nos ayuda a darnos cuenta del mundo en el que vivimos cada día.
No creo que se trate de abandonar las ciudades y salir corriendo al campo si no es lo que quieres o si no es lo que te hace feliz. Sino que se trata de encontrar un equilibrio entre tanta locura y la calma necesaria para una vida plena y tranquila.